
![]()
La nueva casa de los Carver estaba situada en el extremo norte de una larga playa que se extendía frente al mar como una lámina de arena blanca y luminosa, con pequeñas islas de hierbas salvajes que se agitaban al viento. La playa formaba una prolongación del pueblo, constituido por pequeñas casas de madera de no más de dos pisos, que en su mayoría estaban pintadas en amables tonos pastel, con su jardín y su cerca blanca. […]
De camino cruzaron el pueblo, la rambla principal y la plaza del Ayuntamiento, mientras Maximilian Carver explicaba las maravillas del pueblo con el entusiasmo de un guía local. La mayoría de los habitantes del pueblo utilizaba la bicicleta para sus traslados, o sencillamente iba a pie. Las calles estaban limpias y el único ruido que se escuchaba, a excepción de algún ocasional vehículo a motor, era el suave envite del mar rompiendo en la playa.
El Príncipe de la niebla. Carlos Ruiz Zafón