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Practica con textos históricos

Pregunta de Elección Múltiple

Pregunta

Carlos I a los 25 años, por Gaspar Consantini
 
Retrato de Carlos V sentado - Wikipedia, la enciclopedia libre Es de estatura mediana, mas no muy grande, ni pequeño, blanco, de color más bien pálido que rubicundo; del cuerpo, bien proporcionado, bellísima pierna, buen brazo, la nariz un poco aguileña, pero poco; los ojos ávidos, el aspecto grave, pero no cruel ni severo; ni en él otra parte del cuerpo se puede inculpar, excepto el mentón y también toda su faz interior, la cual es tan ancha y tan larga, que no parece natural de aquel cuerpo; pero parece postiza, donde ocurre que no puede, cerrando la boca, unir los dientes inferiores con los superiores; pero los separa un espacio del grosor de un diente, donde en el hablar, máxime en el acabar de la cláusula, balbucea alguna palabra, la cual por eso no se entiende muy bien.​

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Pregunta

Aunque no existe descripción alguna de Carlomagno contemporánea al monarca, su biógrafo Eginardo ofrece una detallada visión en su obra Vita Caroli Magni. En el artículo 22 del escrito afirma:

Fue de cuerpo ancho y robusto, de estatura eminente, sin exceder la justa medida, pues alcanzaba siete pies suyos; de cabeza redonda en la parte superior, ojos muy grandes y brillantes, nariz poco más que mediana, cabellera blanca y hermosa, rostro alegre y regocijado; de suerte que estando de pie como sentado realzaba su figura con gran autoridad y dignidad. Y aunque la cerviz era obesa y breve y el vientre algún tanto prominente, desaparecía todo ello ante la armonía y proporción de los demás miembros. Su andar era firme, y toda la actitud de su cuerpo, varonil; su voz tan clara, que no respondía a la figura corporal.

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Estuve, dice —el bibliófilo Al-Hadrami— una vez en Córdoba y solía ir con frecuencia al mercado de libros por ver si encontraba en venta uno que tenía vehemente deseo de adquirir. Un día, por fín, apareció un ejemplar de hermosa letra y elegante encuadernación. Tuve una gran alegría. Comencé a pujar: pero el corredor que los vendía en pública subasta todo era revolverse hacia mí indicando que otro ofrecía mayor precio. Fui pujando hasta llegar a una suma exorbitante, muy por encima del verdadero valor del libro bien pagado. Viendo que lo pujaban más, dije al corredor que me indicase la persona que lo hacía, y me señaló a un hombre de muy elegante porte, bien vestido, con aspecto de persona principal. Acerquéme a él y le dije: "Dios guarde a su merced. Si el doctor tiene decidido empeño en llevarse el libro, no porfiaré más; hemos ido ya pujando y subiendo demasiado". A lo cual me contestó: "Usted dispense, no soy doctor. Para que usted vea, ni siquiera me he enterado de qué trata el libro. Pero como uno tiene que acomodarse a las exigencias de la buena sociedad de Córdoba, se ve precisado a formar biblioteca. En los estantes de mi librería tengo un hueco que pide exactamente el tamaño de este libro, y como he visto que tiene bonita letra y bonita encuadernación, me ha placido. Por lo demás, ni siquiera me he fijado en el precio. Gracias a Dios me sobra dinero para esas cosas". Al oir aquello me indigné, no pude aguantarme, y le dije: "Sí, ya, personas como usted son las que tienen el dinero. Bien es verdad lo que dice el proverbio: Da Dios nueces a quien no tiene dientes. Yo sé el contenido del libro y deseo aprovecharme de él, por mi pobreza no puedo utilizarlo."

Magrib,  Ben Said (Trad. de RIBERA: Disertaciones y opúsculos, I, p. 203. Recoge J.L. MARTIN, Historia de España 3, La Alta Edad Media, Historia 16, Madrid, 1980, p. 84.

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