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8. Autoevaluación

Pon a prueba tus conocimientos sobre los textos descriptivos con esta selección:

Pregunta

A la hora indicada apareció Roberto con su prima, a la que llamó Fanny. Era ésta una mujer de treinta a cuarenta años, muy delgada, de mal color y de tipo varonil y distinguido; tenía algo de la belleza desgarbada de un caballo de carrera; la nariz corva, la mandíbula larga, las mejillas hundidas y los ojos grises y fríos. Vestía una chaqueta de tafetán verde oscuro, falda negra y un sombrero pequeño.

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Pregunta

Veía la luna en el cielo despejado del atardecer y a lo lejos una montaña grande, que para aquella hora ya estaba medio en sombras; y delante de esa montaña, otra más pequeña; y delante de esa montaña más pequeña todavía, una larga fila de colinas muy suaves. Pero no veía sólo eso: al mismo tiempo que la luna, el cielo y todas aquellas montañas, veía el valle en que había nacido, con su bosque, sus prados y sus casas; una casa al lado izquierdo del riachuelo, otra al lado derecho y más cerca, enfrente de mí, el molino viejo. Pero con todo, lo que veía no era sólo eso: al tiempo que luna, cielo, montaña, valle, bosques, prados, casas y molino, mis ojos veían también tres individuos, los tres a muy poca distancia del sendero donde yo estaba: el primero, un hombre joven, con los dientes anormalmente grandes, que trabajaba en el tejado del molino, el segundo, otro dentudo, hermano gemelo del anterior, éste también en el tejado; el tercero, Gafas Verdes.

B. Atxaga, Memorias de una vaca

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Pregunta

Me parecía verla, menuda y nerviosa como una ratita, un manojo de nervios, los ojos azul pálido muy hermosos tras unas gafas enormes de estudiante aplicada que aumentaban su hermosura, unos ojos que iluminaban su cara pálida y avispada de ardilla sabia; la nariz respingona, la boca siempre con una mueca de disgusto, el pelo estirado hacia atrás y anudado en la nuca con un lacito del color de los ojos, dos hoyuelos en las mejillas, siempre vestida de gris, siempre con su enorme cartera de repartidor de correos llena a rebosar de libros y papeles, y los zapatos de tacón alto para ganar unos centímetros a la naturaleza...

Emili Teixidor. Los crímenes de la hipotenusa

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Pregunta

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; este digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha. 

Miguel de Cervantes. Prólogo a las Novelas Ejemplares

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Pregunta

Manhattan es una isla entre ríos. Las calles que quedan a la derecha de Central Park y corren en sentido horizontal terminan en un río que se llama el East River, por estar al este, y las de la izquierda en otro: el río Hudson. Se abrazan uno con otro por abajo y por arriba. El East River tiene varios puentes, a cual más complicado y misterioso, que unen la isla por esa parte con otros barrios de la ciudad, uno de los cuales se llama Brooklyn, como también el famoso puente que conduce a él. El puente de Brooklyn es el último, el que queda más al sur, tiene mucho tráfico y está adornado con hilos de luces formando festón que desde lejos parecen farolillos de verbena. Se encienden cuando el cielo se empieza a poner malva y ya todos los niños han vuelto del colegio en autobuses a encerrarse en sus casas. Vigilando Manhattan por la parte de abajo del jamón, donde se mezclan los dos ríos, hay una islita con una estatua enorme de metal verdoso que lleva una antorcha en su brazo levantado y a la que vienen a visitar todos los turistas del mundo. Es la estatua de la Libertad. 

Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan

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