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Proposopografía

Textos descriptivos: Prosopografía

alegría, bonita, bonitoAndrea Piacquadio (CC0)

Información imprescindible

La prosopografía es un recurso retórico que consiste en la descripción de las características externas de una persona o animal. La palabra, como tal, proviene del griego πρόσωπον (prósopon), que significa ‘aspecto’, y -grafía, que indica ‘descripción’.

En la escritura, la prosopografía es una técnica que se aplica para abordar la representación de los rasgos físicos que configuran apariencia de alguien: facciones, forma del rostro, estatura, contextura, color del cabello, peinado, forma de las orejas, de la nariz, color de ojos, de piel, etc.

Por lo general, en una prosopografía se refieren los rasgos más relevantes de la apariencia de la persona, es decir, aquellos que nos permiten trazar el dibujo de su apariencia. Además, las prosopografías no necesariamente deben ser objetivas, y dependiendo del género literario y de la intención del autor, pueden echar mano de toda clase de recursos retóricos (comparaciones, metáforas, metonimia, etc.), dejar colar valorizaciones del autor, o destacar algunos aspectos que sean convenientes a la caracterización del personaje.

Como tal, es un recurso usual tanto en la literatura, como en la narración histórica o biográfica. Así, puede emplearse para hacer la descripción física de un personaje literario, pero también la de un personaje histórico o de una persona real.

Fuente: Significados

Algunos ejemplos:

Era don Cayetano un viejecillo de setenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su personilla recordaba, sin que se supiera a punto fijo por qué, la silueta de un buitre de tamaño natural; aunque, según otros, más se parecía a una urraca, o a un tordo encogido y despeluznado. Tenía sin duda mucho de pájaro en figura y gestos, y más, visto en su sombra. Era anguloso y puntiagudo, usaba sombrero de teja de los antiguos, largo y estrecho, de alas muy recogidas, a lo don Basilio, y como lo echaba hacia el cogote, parecía que llevaba en la cabeza un telescopio; era miope y corregía el defecto con gafas de oro montadas en nariz larga y corva. Detrás de los cristales brillaban unos ojuelos inquietos, muy  negros y muy redondos. Terciaba el manteo a lo estudiante, solía poner los brazos en jarras, y si la conversación era de asunto teológico o canónico, extendía la mano derecha y formaba un anteojo con el dedo pulgar y el índice.

La Regenta, Leopoldo Alas "Clarín"

Todavía veo a Hassan encaramado a aquel árbol, con la luz del sol parpadeando a través de las hojas e iluminando su cara casi perfectamente redonda, una cara parecida a la de una muñeca china tallada en madera: tenía la nariz ancha y chata; sus ojos eran rasgados e inclinados, semejantes a las hojas del bambú, unos ojos que según les diera la luz, parecían dorados, verdes e incluso color zafiro. Todavía veo sus diminutas orejas bajas y la protuberancia puntiaguda de su barbilla, un apéndice carnoso que parecía como añadido en el último momento. Y el labio partido, a medio terminar, como si al fabricante de muñecas chinas se le hubiera escurrido el instrumento de las manos …

Cometas en el Cielo,  de Khaled Hosseini

(...) su nombre es Dulcinea, su patria el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve

Don Quijote de La Mancha, Miguel de Cervantes

En verdad, el aspecto externo de Momo era un poco extraño y tal vez podía asustar algo a la gente que da mucha importancia al aseo y al orden. Era pequeña y bastante flaca, de modo que ni con la mejor voluntad se podía decir si tenía ocho años o ya doce. Tenía el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y parecía no haberse enfrentado nunca a un peine o unas tijeras. Tenía unos ojos muy grandes, muy hermosos y también negros como la pez y unos pies del mismo color, pues casi siempre iba descalza.

Momo, Michael Ende

Puedes encontrar más ejemplos en el siguiente enlace.